La venta de una empresa es un proceso extremadamente complejo y la realidad es que no hay garantías de encontrar un interesado dispuesto a invertir el tiempo y los recursos financieros necesarios. El mero hecho de contar, por ejemplo, con crecimientos y beneficios no garantiza que estemos ante una compañía atractiva para un proceso de compraventa. Es fundamental entender y saber trasladar en el lenguaje de los inversores profesionales nuestras ventajas competitivas.

Incluso cuando hay interesados, lo habitual es que a lo largo del proceso de venta de una compañía se detecten multitud de situaciones que impactan negativamente en su valor, en las condiciones del acuerdo y, por supuesto, en la propia viabilidad de la operación.

Sabemos cuáles son los criterios utilizados por potenciales compradores e inversores a la hora de plantear una oferta por la empresa. A través de las distintas fases del plan de creación de valor, focalizaremos los esfuerzos en los aspectos que tienen una influencia directa en la valoración, como el crecimiento, la rentabilidad o la reducción de riesgos.

Esto es muy habitual y muy frustrante para los vendedores. En la mayoría de los casos, los inversores que manifestaron un interés real se acaban retirando por la incapacidad de los propietarios de explicar cuál es la posición competitiva de la compañía y la razón por la que deberían invertir en ellos y no en la competencia.